El matrimonio fue instituido por Dios desde el huerto del Edén (Génesis 2:19-24). Es la única forma digna y válida delante del Señor para convivir un hombre y una mujer (Hebreos 13:4); Jesús mismo lo consagró al estar presente en las bodas de Caná de Galilea (Juan 2:1-12). La palabra de Dios afirma “…Cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor” (1 Tesalonicenses 4:4).
“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Génesis 2:24; Mateo 19:5,6 Hebreos 13:4;).
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