La sangre de Jesucristo es para la salvación y remisión del alma (Hebreos 9:22). La sangre de Jesús derramada en la cruz del Calvario tiene la virtud de redimir y liberar a los hombres de sus pecados. No fue una maldición al pueblo judío ni al mundo, sino la salvación a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21). EL PODER DE SU SANGRE RESIDE EN SU NOMBRE “JESÚS”.

Según 1 Pedro 1:18,19, dice: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.

En Colosenses 1:14, se expresa: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”. En Hebreos 12:24 leemos: “A Jesús el Mediador del nuevo pacto, y la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. En Efesios 2:13 Pablo dice: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”.